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El presidente de Bolivia se enfrenta a un intento de golpe de Estado y a su antiguo mentor

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Al principio, oyeron las sirenas. Luego, al asomarse a la principal plaza política del país, los principales ministros de Bolivia vieron los vehículos blindados y los soldados que salían por sus puertas. Un escalofrío recorrió la espalda de la ministra de la Presidencia, según declaró más tarde.

Instantes después, el presidente, Luis Arce, se dirigió a su círculo más íntimo —“¡Estamos enfrentando un golpe de Estado!”— antes de dirigirse al palacio presidencial para enfrentarse, cara a cara, al general que intentaba apartarle del poder.

El intento de golpe fracasó, duró apenas tres horas y terminó con la detención del general, cuya motivación para el ataque parecía ser, al menos en parte, el enfado por haber sido despedido por Arce el día anterior.

Pero no fue el final del problema de Arce ni de los retos a los que se enfrenta Bolivia.

Arce, de 60 años y exministro de Economía, asumió el cargo en 2020 durante unas elecciones democráticas que parecían simbolizar un nuevo capítulo, más esperanzador, en un país que salía de un periodo de intensa agitación política.

Ahora, más allá de una disputa con el exgeneral, Arce se enfrenta a una economía en dificultades, crecientes protestas, críticas por el encarcelamiento de opositores políticos y división dentro de su propio partido.

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